Thursday, January 20, 2005

Por no poner atención

El martes dejé un pedazo de mis nudillos en el marco de una puerta de madera. Adiós, pellejito. Al principio ni me di cuenta, pero una mancha de precioso color sangre (brillante, intenso, una chulada) me hizo poner atención en el raspón. Me arranqué el pedacito de piel que me quedó colgando y empecé a buscar algo para cubrir la herida, no por que ardiera, sino por que iba a estar rozándose contra todo.

Le pedí a Gaby que me regalara un curita y, cuando fuimos al botiquín me ofreció alcohol para lavar la herida. Retrocedí con desconfianza y me negué. Mientras ella seguía rebuscando, yo me la pasaba jugando con la herida, jalándola de un lado a otro y apretándola para ver de dónde salía la sangre. Supongo que eso no le pareció buena idea a Gaby, como madre de familia que es, así que me sugirió que me pusiera merthiolate. Yo estaba poniendo la misma cara que usé para reusar el alcohol cuando ella empezó a insistirme de manera tal que no me quedó más que aceptar.

Ante lo inminente del encuentro con aquel terror de infancia, decidí tomármelo con calma. Seguramente todo eran alucinaciones mías exageradas con el paso de los años. Lo más probable es que el merthiolate nunca hubiera ardido tanto, solo tuve la mala suerte de que una maestra salvaje me lo pusiera sobre la rodilla medio abierta mientras yo estaba pateleando. El dolor tampoco debía extenderse tan rápido, que yo lo terminara asociando con cómo se extendía la mancha rosa por mi piel era una nimiedad. Así, pensando, pensando, me encontré con que tenía el frasco en una mano y el aplicador en forma de matamoscas en la otra. Para colmo era merthiolate blanco, peor que el rosa en el inconciente colectivo infantil. “Bueno”, pensé, “al mal paso darle prisa”, y me puse esa cosa sobre mi herida.

Al momento comprendí que debía confiar más en mí misma: todos las alertas que me envió mi cerebro en forma de pavorosos recuerdos de infancia estaban perfectamente justificadas. Me ardió hasta el alma.

6 Comments:

Blogger Grimalkin said...

Rosy, ¿dónde estás? Ya van tres veces que me llega el aviso de que pusiste un comentario, pero nomás no lo veo.

5:34 PM  
Blogger Grimalkin said...

Ah, ya te vi. Estás en "Broncas Femeninas II. La venganza".

5:46 PM  
Anonymous Anonymous said...

Me encanto la historia del Mertiolate (asi se escribe?) hace años que no se mas de su existencia. Recuerdo de igual manera como siendo niños mama nos obligaba a ponernos eso cada vez que nos haciamos daño el alguna parte de nuestro cuerpo.
Me gustaron mucho todas tus historias Adris. Me recuerdas a una escritora del país, que tiene su columna unicamente los domingos, y que habla de su perspectiva de española radicada en los estados unidos. Tienen un punto de vista feminista post tamagochi que entretiene mucho.
Luego te paso el nombre, ahora mismo no lo recuerdo.
Besos y Abrazos.
Hosmé

2:32 AM  
Blogger Grimalkin said...

Mira, Hosmé, eso de "post-tamagochi" no lo había pensado y está muy bueno. Creo que me retrata perfectamente =).

9:24 AM  
Blogger Unknown said...

¡Oye! ¡El matamoscas es genial!
Ah, y mi más sentido pésame por el merthiolate.

6:28 PM  
Blogger Grimalkin said...

Gracias. Ya tengo una costrita que pronto podré quitarme. Signo inequívoco de que estoy mejor.

9:27 AM  

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